Más adelante habrá oportunidad de ver un video con imágenes “tras bastidores” que ilustren la grabación del video. Hoy, por adelantado, acá compartimos algunos detalles de los dos días en los que nos convertimos en personajes de un video de Marlon Villar.
Todo comenzó con un almuerzo en Café Mundo, en agosto del 2012. Ese día Marlon me hizo saber que tenía ganas de hacer un video de Foffo Goddy. Yo no lo podía creer, porque todos los videos que le había visto hasta ese momento me parecían increíbles o, como él diría, “una caballada”.
Su intención era hacer un video de Parents and Son, que era su canción favorita del nuestro primer disco. La idea sonaba muy bien pero nosotros nunca pensamos en esa pieza como un sencillo; se lo hicimos saber y la propuesta quedó en el aire (Buuu)… Sin embargo Marlon no tardó mucho en proponernos una segunda posibilidad. (¡Eeeeh!)
“Maes, quiero hacer una vara con un caballo, un dragón, un rey que se vea como un cerdo…”, algo así nos dijo y ya lo tenía todo en su cabeza. De repente estaba desquiciado. Nos contagió con la idea con una rapidez impresionante y entonces todos nos enamoramos de la propuesta.
Con aquel guión Bissinger y yo nos convertíamos en un caballo de tela. Juan Carlos, por su parte, sería un dragón rojo lleno de furia que escupiría fuego… comportándose casi como Juan Carlos en un mal día.
El primer día de filmación el caballo tuvo a Daniel Ross estaba montado sobre una montura (valga la redundancia) que a su vez se sostenía de una estructura que, a su vez (ya van dos de estas) se sostenía sobre los hombros de Bissinger y los míos. (Ouch.) Bissinger delante, y yo detrás, haciendo del trasero del caballo.
Durante unas cuatro o cinco horas estuve caminando viendo solo hacia abajo, cubierto por unas tres capas de tela que caían sobre mi cabeza.Yo sudaba y sentía que mis hombros se iban moliendo poco a poco. Gemía con cada paso que daba y eso, estoy seguro, tenía preocupadísimo a Daniel Ross, quien cada vez que podía me preguntaba que si yo estaba bien… creo que para tener algo de certidumbre de que no lo dejaría caer al suelo en algún desmayo. Ese, en resumen, ha sido de los días más extenuantes de mi vida.
Mis respetos para Bissinger quien, además de tener sobre sus hombros aquella estructura y a aquel personaje, tenía que ir “tocando” un instrumento y sonriendo porque aquel era un caballo feliz… aunque con un trasero poco feliz.
Dos días después era a Juan Carlos al que le tocaba grabar su parte pero ya no en un campo verde sino en un gigante estudio azul.
Ahí se convirtió en dragón, sostenido por un arnés que, estoy seguro, le apretaba la entrepierna.
Ver aquello fue realmente divertido. Marlon giraba instrucciones y entonces Bissinger, con alguien más que en este momento creo haber olvidado, se encargaban de jalar una polea para que Juan Carlos se moviera como si fuera un dragón sobrevolando… ya ustedes saben cómo sobrevuela un dragón así que no es necesario ahondar en detalles.
El dragón escupiría fuego, entonces a Juan Carlos le tocó hacer las muecas correspondientes… como cuando él escupe fuego. Verlo ese día sin fuego y con un traje de dragón tan caricaturesco, fue realmente gracioso, pero ahora, con el video final, más que gracioso es increíble ver cómo dos días de grabación se convirtieron en algo así tan chuzo.
El video habla por sí solo. El proceso para realizarlo y luego para lanzarlo fue mucho más que esto que yo resumo tan rápidamente. El esfuerzo enorme de cada una de las personas que participó se plasmó de manera increíble en un trabajo lleno de detalles y cuyo valor sentimental pero principalmente profesional es grandísimo.
Si aquel día se me molieron un poco los hombros y a alguien más se le molió la entrepierna al guindar de la entrepierna, aquello valió la pena. Hay un sentimiento indescriptible al poder ver terminada aquella idea que un día Marlon nos presentó mientras le brillaban los ojos de la ilusión. Unas 1.000 veces nos dijo: “va a quedar pichudísimo”… y tenía toda la razón.